Cuando uno se va de vacaciones se las promete muy felices pero te sueles olvidar que también te llevas la mochila invisible de la educación de tus hijos. Si uno se va sin hijos o niños a su cargo de viaje es otra cosa. Pero con niños la mochila, aunque invisible, pesa y se hace notar. ¿Cómo se nota? Se nota en esos detalles más banales. Vamos a darnos un capricho y vamos a comer de restaurante. Y uno se imagina el comer en un restaurante como antaño cuando no tenías hijos y claro, no es lo mismo. Si estás de suerte todo va sobre ruedas. Pero lo más probable es que surja algún percance por el camino. Que si el niño no quiere comer, o quiere ir directamente al helado. La tentación es darle el helado, venderse al demonio, y saltarse el primero y segundo y a tomar viento. Pero uno sabe que esto no es lo correcto y toca romper el idilio, ese idilio que uno imaginaba cuando estaba trabajando y contaba los días que quedaban para las deseadas vacaciones.

Romper el idilio para dar una lección de educación

Explicar, explicar, hacer entender y si plantan cara enseñar quien tiene la sartén por el mango, aunque en ocasiones algún observador externo pudiera pensar que el mango de la sartén lo tiene el niño más que los padres.

Contrastes

Y así es cómo pasan los días de vacaciones con niños, una de cal y una de arena. Una pataleta por una de ternura, una de me enfado sin motivo por una de arrancarte una sonrisa, una de no entender lo más obvio por una de ver cómo progresa en el camino de la vida. Y así es como siempre habrá sido digo yo y seguramente será. Ley de vida.

Cuéntame cómo pasó

Una de las cosas que más humor me suscita es ver el papelón que hacemos muchos padres a la vuelta de las vacaciones. Todos sabemos que ha sido una de cal y una de arena, pero al explicar las vacaciones a otros tendemos a darle un tinte de color de rosa:

– Fuimos a un hotel de tal sitio y…¡genial! está superbién pensado para niños.

– Ah, nosotros fuimos de apartamento en Menorca. ¡Buah, una pasada! también muy bien pensado para niños.

Es el código secreto de los padres, el código para decir que el balance de las vacaciones ha sido positivo y a la vez decir qué guerra que han dado los jodidos peques.

Bombas de relojería

Los padres somos a veces como ollas a presión. Nos vamos cargando de tensión por las jugarretas de los niños, te vas armando de paciencia pero siempre hay esa chispa que hace explotar. Se nota como una cierta tensión y sensación de decir en cualquier momento puede caer una tormenta.

Por poner un ejemplo, un día de estos calurosos de agosto volvíamos de la playa a mediodía. Nos detuvimos a sacar la arena de los pies en las típicas duchas que hay al salir de la playa. De repente oí un estruendo, un ruido seco. Giré la cabeza y vi una bici en el suelo, el niño se levantaba y el padre que salía de su bici como si estuviera poseído hacia el niño, le dio un cachete en el culo que se pudo oir en todo el barrio y una bronca de acompañamiento. La madre sostenía unas barras de pan sentada en su bicicleta, detrás de la escena, inmóvil. Y la hermana, también, ni pío, al lado de su madre. Pues eso, esa tormenta típica de verano.

Y esto pasa en la mejores familias, pero no suele gustar explicarlo a los amigos y conocidos. Por eso seguramente a la vuelta estos padres dirán: hemos estado en Cambrils y ¡buah, una pasada! super-pensado para niños, ellos juegan en la playa o hacen castillos de arena y ni te enteras.

El tedio de educar a tus hijos

Es la mochila invisible de la educación de los niños, que pesa y es tedioso llevarla. Pero peor debe ser sacarse la mochila y arrojarla al mar. No me quiero imaginar como deber ser dominar y encarrilar un hijo cuando ya es mayorcito si cuando es pequeño ya tiras la mochila por agotamiento. Esto me recuerda esa frase que se dice: «Si encuentras cara la educación, prueba la ignorancia».

El instinto que mueve el engranaje del mundo

Y después de ver todo esto uno piensa, ¿la especie humana somos un poco raritos, no? Porque ya nos advirtieron que eso de tener hijos era duro, que implicaba un sacrificio constante, pero caemos como moscas y tenemos hijos. Y una vez hemos caído se lo contamos a nuestros amigos que todavía no tienen hijos. Y estos en vez de sentirse afortunados por ser libres y poder ir de vacaciones al Annapurna o a la conchin-pampa les da por querer tener hijos también. Somos sin duda una especie curiosa, más animal de lo que creemos. Por muy personas, civilizadas, racionales que nos creamos seguimos siendo animales con un fuerte instinto.

Fin de Vacaciones

Bueno, aquí acaba esta serie de 5 artículos veraniegos bajo la categoría de Cerrado por Vacaciones. Ha sido un placer escribirlos y compartirlos con vosotros. Me ha alegrado ver no los he escrito en balde porque tu los has leído y en algún momento me has dado feedback, tanto si te ha gustado como si no. Gracias por estar al otro lado.