Me hace gracia cuando oigo a los políticos y gestores públicos llenándose la boca que hay que emprender. Al igual se creen de verdad que algunos nos hemos hecho emprendedores y perdido derechos históricos porque mola decir que eres un emprendedor. Van diciendo que han hecho un ley para emprendedores para facilitar las cosas. Que han montado una aceleradora de empresas por aquí, que tienen previsto montar otras tanto por allá. Como se nota que siguen teniendo la nómina a final de mes y no han estado un año al otro lado del sistema. Sería el mejor máster que podrían hacer para luego, sin vacaciones pagadas, les contrataran un informe para que redactaran las 10 medidas básicas para poner fáciles las cosas a los emprendedores. Estoy seguro que luego harían una buena ley de emprendedores.
Hoy hace justo un año desde que me despidieran de mi antigua empresa, una empresa del sector público. Yo era de los que pensaba que a mi no me tocaría, mi cerebro se aferraba a la idea que a una persona trabajadora, honrada y con cierto grado de profesionalidad no la echarían. Antes que a mi le tocaría a otro menos profesional, menos honrado, menos trabajador. Pero mi creencia cambió ipso facto en el momento que sonó mi teléfono y me dijeron que fuera a hablar con el superjefe. Fue un típico viernes, un típico día 15.
Ha llovido un poco desde entonces. Un año pasa rápido o lento, depende de en que momento pones el punto de medida. Y miro hacia atrás intentando ver que he aprendido de esta experiencia y que me ha enseñado el gran maestro de la vida, el tiempo. Aquí van algunas lecciones después de un año desde que me echaran:
- La vida continua. Es una obviedad, pero recuerdo esa fatídica semana, se sabía desde el lunes que iban a echar unas 10 personas y parecía que el mundo se acababa. Ésto ya se lo oí decir a Emilio Duró, que hay más vida allá de tu trabajo, y tenía toda la razón.
- Algunas cosas van a mejor: en mi caso decidí que el menor de los males era trabajar por mi cuenta, como autónomo. Esto me ha permitido conciliar mejor mi trabajo con mi vida familiar.
- Algunas cosas van a peor: ya no hay nóminas seguras a fin de mes, ni vacaciones pagadas, ni sueldo si estás enfermo. De pronto te ves despojado de algunos derechos que tenías cuando estabas trabajando por terceros. Pero también te das cuentas que ganas otros derechos, como organizarte como crees mejor y no tener que dar explicaciones a un jefe toca-huevos.
- A tener confianza en uno mismo: no puedes ir por la vida vendiendo tus servicios si no confías en ti mismo. Raramente te va a caer un pedido a la primera, así que todo ese tiempo de espera es una lucha contra tu gran maestro el tiempo para enseñarte que sólo con confianza en ti mismo vas a conseguir un pedido.
- A desconfiar de tu entorno: no hace mucho alguien me ayudó a ser consciente que no aceptaba decir que no confiaba en la gente por un tabú social que ésto está mal visto. Ahora creo que me he sacado esta cadena de encima. En el mundo (laboral y no tan laboral) abundan las personas que van dando cantos de sirenas, que van prometiendo cosas gratuitamente. Es fácil caer en la tentación de creértelos y confiar en ellos.
- A desprenderse emocionalmente de las organizaciones: es fácil trabajar para una empresa y darlo todo, pasan los años y los sigues dando. El día que suena tu teléfono y no hay argumento de peso para decirte que abandones el barco te cambia la concepción.
- A aceptar que en algún momento te llega el final: esto recuerdo que también lo decía Emilio Duró, decía que la cuestión no es si te echan o no, sino cuando. O que tu negocio quiebre o no, sino cuando va a quebrar.
- A coger todo panfleto que me dan por la calle: yo solía ser de esos que si no me interesaba la propaganda no solía coger el papel. El tiempo lo pone todo en su sitio y ahora sé lo que se siente cuando intentas dejar una tarjeta de visita y no te la cogen.
- Que siempre van a haber aprovechados que chupen de la teta: es así de sencillo y demoledor a la vez, pero hay que aceptar que así es, será y ha sido desde tiempos antiguos. La cuestión es que sepas cómo quieres ser tu.
- Que hay personas con interés fenicio: que hay personas que no se han vuelto a interesar por ti desde que saben que no gestionas presupuesto.
- Que hay personas con interés genuino: que hay personas que sí se siguen interesando por ti desde que saben que no gestionas presupuesto.