Ayer me despisté y no escribí en el blog como de costumbre. Me lo recordó mi mujer y le dije que en un momento del día pensé en escribir, pero que luego se me pasó y así acabó el día, sin artículo. ¿Me hago viejo? Seguramente. A uno se le olvidan cosas también. A uno le cambia la rigidez también. Recuerdo a eso del 2018 que me dio por publicar un artículo cada semana durante un año, en el blog de mi empresa Magnetica Advertising, y lo hice. No fallé ni una semana. Ahora lo pienso y me digo que propósitos le entran a uno en la cabeza a veces. Y con qué tenacidad férrea lo hace uno, digno de admirar.

Hoy en día ya no me siento así. He entrado en una fase donde todo lo veo relativo, que todo tiene su importancia, pero no tanta como para matarse por ello.

Si no te conociera y supiera que lees mis artículos, seguramente habría dejado de escribir. Últimamente, tengo la sensación que todo dura un café, que la gente estamos abrumados con tanta oferta de todo.

Vivo una sensación de surrealismo últimamente, como si viviera en un sueño. Ya lo decía Calderón de la Barca en su obra “La vida es sueño”. Todos sabemos que no estamos en un sueño, pero es tan como un sueño. Solo basta en pensar por un momento cómo llega tu muerte: imagina que estás tumbado en tu cama, durmiendo y la muerte viene a verte. No despiertas ya. ¿Qué ha sido todo lo anterior? ¿Fue un sueño? No lo fue en absoluto, sobre todo esos momentos vividos con pasión y emoción con tus seres queridos, lo único que salvaría si tuviera que zarpar en un barco a toda hostía. Es lo que nos hace sentir vivos, acompañados, que hay un sentido en todo esto, que vale la pena luchar en este sueño.

No controlamos nuestros sueños, menos controlamos nuestras vidas. A cada uno le tocan unas cartas, y hay veces que tan duras. A veces te cuentan la historia de tal conocido, o tal otro que le ha pasado algo grave de enfermedad, y piensas: ¿de dónde sacan fuerzas para tirar adelante?

La semana pasada tuve gripe. El martes por la tarde empecé a notar el efecto, unos escalofríos que flipas. Tiempo de llegar a casa y meterme en la cama, y hacer el proceso de descanso, entre fiebre y temblores. Me dejo planchado. Y pienso: esto es una simple gripe, no sé cómo aguanta la gente ciertas enfermedades.

Dicen que la residencia humana es espectacular. Y sí, lo creo.

Este fin de semana, estando en la cocina con mi mujer, escuchamos un podcast de Coco Dávez que entrevistaba a Milena Busquets. Y hablaron de uno de sus libros, titulado “También esto pasará”, que como te puedes imaginar habla sobre la idea de que por más bestia que te parezca una situación, al final pasará. No lo he leído, pero me han venido ganas de hacerlo.

Mi abuela, que era muy sabia, decía una frase que va en esa misma línea, decía: “No hay nada que dure 100 años”, como diciéndose a sí misma: ten paciencia, esto no durará siempre y todo pasará.

El caso es que esperando-esperando a que “todo pasará” vamos haciéndonos grandes, y acumulando años.

Un fuerte abrazo,

Marcel